Sostenibilidad ambiental rentable
Una visión económica y ambiental desde el sector Palmicultor
Carlos Andrés De Hart
9/27/20246 min read
Se suele pensar que los objetivos de sostenibilidad ambiental riñen con el ánimo de lucro legítimo del sector empresarial, que son costosos y que representan gastos sin retorno financiero, por no ser ‘monetizables’.
También existe la idea de que los elementos de los cuales se ocupa la comunidad CEPA (Comida, Energía, Personas y Agua) suelen reñir entre sí. Que hay que escoger si la tierra se destina a la producción agrícola para comida o para producir energía (Ej: biocombustibles). O si, en lo relacionado con el agua, se prioriza el consumo humano directo, el riego para los alimentos o la generación de energía, entre muchos otros ejemplos.
Y es fácil entender por qué pareciera que esos elementos son irreconciliables pues, si se miran de manera individual, es en efecto un riesgo que se corre.
Pero si se analizan todos los anteriores elementos de manera integral, es posible no solo conciliar los objetivos relacionados con cada elemento, sino además hacerlo de manera rentable.
Tal es el caso de sectores agroindustriales como aquel al que pertenezco: la palmicultura.
En primer lugar, es la oleaginosa más importante del mundo y la más productiva por hectárea. De las más de 220 millones de toneladas de aceites vegetales producidas y consumidas en el mundo, alrededor del 36% (un poco más de 80 millones) son de aceite de palma (siendo Colombia el cuarto productor), seguido por la soya con 25% y, mucho más atrás, por la colza y el girasol, con 11% y 9% respectivamente.
Pero además, la palma es, de lejos, la más productiva por hectárea, situándose en un promedio global de 4 toneladas por hectárea al año. Eso significa que es 10,5 veces más productiva que la soya, 6 veces más productiva que la colza y 8 veces más productiva que el girasol.
La palma es entonces el aceite vegetal con el que se logra una mayor producción con el menor impacto posible en la utilización de tierra. Importante además mencionar que las cifras oficiales indican que la deforestación asociada a la palma de aceite en Colombia es virtualmente de 0% (a diferencia de lo que ocurre en algunos otros países productores).
Con el aceite de palma y sus subproductos se obtienen una gran variedad de productos como aceite comestible y para cocina, margarinas, repostería, helados, biocombustibles, alimentos concentrados para animales, cosméticos, detergentes y muchas cosas más.
En el caso de Colombia se produjeron en el año 2023 alrededor de 1.850.000 toneladas de aceite, de las cuales 1.360.000 se consumieron en el mercado nacional y 490.000 se exportaron. Y de las consumidas localmente, 646.000 se destinaron al mercado de aceites y grasas comestibles, 617.000 para la producción de biodiesel (atendiendo la totalidad de la demanda de ese sector), 84.000 para alimentos concentrados y 9.000 para la industria jabonera y otros.
Valga decir que en Colombia, por Ley, la mezcla de biodiesel en el combustible fósil es del 10% y que el biodiesel reduce en un 83% las emisiones de CO2 (dióxido de carbono, que contribuye al calentamiento global) al ambiente. En la medida en que el mandato para la mezcla vaya creciendo (Indonesia, por ejemplo, lo tiene en 40%), el impacto positivo en el medio ambiente será aún mayor. Y esto se puede lograr sin generar conflicto entre la tierra que se debe destinar para garantizar nuestra seguridad alimentaria, ya que de las más de 5 millones de hectáreas aptas para el cultivo de la palma en Colombia, solo 596.000 están cultivadas (el 84% de ellas en etapa productiva).
Es además un sector que contribuye enormemente al bienestar de los colombianos. De los 7.552 productores que existen en Colombia, una impactante proporción del 75% son pequeños y 23% medianos. La formalidad laboral es del 85%, cuando en el sector agrícola en promedio es de tan solo el 15% (en una operación como la nuestra, el 100% son formales, todos con salarios muy superiores al mínimo).
Las operaciones de palma tiene además la posibilidad de generar una huella de carbono negativa, protegiendo a la vez el medio ambiente y la biodiversidad, haciendo un uso responsable del agua y beneficiando a la sociedad (demandando bienes y servicios, generando empleo formal y bien pago y ofreciendo productos saludables y de impacto positivo para el medio ambiente). Y todo lo anterior, de manera rentable.
¿Cómo? Comentemos algunos ejemplos de cómo logramos esto, en operaciones como la que dirijo: Por un lado, las palmas del cultivar, como cualquier planta, atrapan CO2 y lo convierten en oxígeno. Las operaciones palmeras tienen además la opción de beneficiarse de la emisión de bonos de carbono, por esa razón.
El transporte de fruta de las plantaciones hacia la planta extractora, y de ésta a sus clientes, se hace en vehículos que usan biodiesel (con una mezcla del 10%), reduciendo así sustancialmente las emisiones de CO2.
Luego, en la planta extractora, hemos hecho cuantiosas inversiones en una planta de tratamiento de aguas residuales (PTAR) para cumplir así con las exigentes normativas ambientales colombianas en términos de cantidad máxima de partículas contaminantes que deben contener los efluentes líquidos de las plantas de procesamiento. Esas piscinas de tratamiento se encuentran carpadas, evitando que el CO2 y CH4 (metano) que emiten se escape a la atmósfera (y generando otras nueva posibilidad de emitir bonos de carbono para venta en el mercado), para luego convertirlos en energía a través de motores generadores. Eso nos permite ser totalmente autónomos energéticamente (es decir, no necesitaríamos comprar energía de la red) ayudando a re-balancear mejor la ecuación de oferta-demanda de energía, produciéndola de forma más barata de lo que nos costaría consumirla de la red eléctrica (generando así un retorno financiero para la compañía) y pudiendo además inyectar energía a la red eléctrica para poner a disposición de todos los usuarios esa “energía verde”. Otra opción para los excedentes del biogas es convertirlo a biometano (equivalente al gas natural vehicular), para alimentar a los vehículos que hacen la logística de la cadena y a terceros.
También hemos, a través de un esfuerzo grande propio y del sector en I + D, innovando en desarrollar tecnologías que nos permiten convertir residuos sólidos del proceso (biomasa, que también usamos como combustible para generar vapor y energía en las plantas extractoras) en alimentos concentrados para animales, lo cual no solo se convierte en un ingreso interesante para las plantas extractoras, sino que le ofrece a industrias como el ganado bovino, el porcino, el avícola y el piscícola un producto que le da una altísima relación entre kilos de engorde al día vs. el costo del alimento, permitiendo, en el caso del ganado, un menor uso de tierras para pastar.
Estos son solo algunos de los ejemplos de lo que una industria como la palmicultora puede hacer para generar un impacto positivo integral en las dimensiones de las que se ocupa CEPA (Comida, Energía, Personas y Agua). Y todo esto, siendo buen negocio para quienes hacemos el esfuerzo económico en esas inversiones.
Ese es el mismo concepto de iniciativas integrales que busca impulsar CEPA, por lo que celebramos su creación y le auguramos éxitos en su actividad, que ojalá termine redundando en un impacto positivo para el medio ambiente y para la sociedad.

